¡Nunca busquemos un culpable al amor fallido!
En las flechas de Cupido y en los ojos del Santo Valentín,
descargamos los anhelos si perdimos el consuelo,
de un amor, que nosotros mismos fallamos…
Cuando en verdad, lo que deseábamos, era verlo crecer grande y fuerte.
¡Lo vimos derruido!
Y ese amor que solo ha nacido, si nosotros firmemente, lo hemos querido…
Se despide dejando atrás, dos corazones doloridos…
Podríamos pasarnos una vida, llorando algún error cometido.
O buscando el responsable de lo ocurrido…
Podríamos sentir, que se nos escapó la vida en el intento.
O que en verdad no era su momento…
¿Puede existir un responsable de que un amor se frustre?
¿O de que éste amor triunfe…?
¡No será Cupido, ni el Santo Valentín!
Ni siquiera algunos de nosotros, que le entregamos el amor a otros…
El amor tiene vida propia y su propia decisión.
Nosotros solo podemos darle la mejor condición,
para que éste, se desarrolle y siga creciendo…
Cuando nace solo en un corazón ¡No se hace!
Si nace en un terreno adecuado y le ponemos toda nuestra pasión,
¡El éxito esta logrado!
¿Hasta cuándo?
lunes, 8 de marzo de 2010
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